El lunes 28 de abril se produjo “el gran apagón” ¡como para olvidarlo! Nuestra rutina diaria se paralizó por completo y por unas horas volvimos a lo más natural.

Sin pantallas, sin ruido digital. Solo nosotros, el entorno… y un espacio para estar presentes. Nuestra rutina depende de lo digital: despertamos con alarmas en el móvil, trabajamos frente a una computadora, socializamos por mensajes y cerramos el día con una serie en streaming

¿Qué ocurre cuando nos falta la electricidad? Inevitablemente nos obliga a simplificar. Volvemos a los ritmos naturales: el sol dicta el inicio y el final del día. Redescubrimos la conversación sin pantallas de por medio, el juego sin consolas, la cena a la luz de las velas. En ese contexto, lo natural cobra protagonismo. Escuchamos el viento, el canto de los grillos, el crujido de las ramas. Sentimos que hay un mundo vivo más allá del Wi-Fi.

Un apagón puede ser la excusa perfecta para salir al patio, mirar el cielo estrellado, tocar la tierra con las manos. Nos recuerda que pertenecemos a algo más grande, y que a menudo estamos desconectados de ello por estar demasiado conectados a lo virtual.

Nos desconectamos de lo artificial y reconectamos con lo esencial.

Es lo mismo que sucede cuando te pierdes en la naturaleza y, al hacerlo, te encuentras contigo mismo y con los demás.

A veces, la desconexión es la mejor forma de volver a conectar, no solo con la naturaleza, sino con las personas que realmente importan.

No esperes a otro apagón para hacerlo.

Desconecta, Reconecta y Conecta. Pero esta vez, por decisión propia.
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